Cuarto día con san Josemaría

Para preparar la fiesta del próximo 26 de junio, aniversario de la marcha al cielo de San Josemaría, publicamos cada día algunos fragmentos del libro "15 días con Josemaría Escrivá" de D. Guillaume Derville, editado por Ciudad Nueva.

José, el artesano El trabajo, obra de amor

En el Génesis se lee que Dios crea al hombre para que cultive la tierra. Solamente después de la creación, por el pecado original, es cuando el trabajo se convierte en penoso. En el Evangelio, la palabra pecado reclama inmediatamente la noción de salvación. Esto se le anuncia a José el artesano.

Hay una creación, trabajo de Dios, y hay una redención, a la que el hombre coopera con su trabajo. El trabajo no es un castigo, sino un camino de salvación o, aún más, para Josemaría es el quicio de una santificación personal cuyos cimientos se encuentran en la filiación divina.

Jesús era artesano (cf. Mc 6, 3), el hijo del carpintero (cf. Mt 13, 55). Para identificarlo se recurre al oficio de José. Para Josemaría Escrivá es algo capital, pues ve en ello toda la importancia del trabajo en la vida de Jesús. Un trabajo silencioso, como el de José. Un trabajo intenso, porque José no es un hombre de soluciones fáciles y milagreras. La vida normal de una familia de Palestina: vida oculta de Jesús junto a María y José. Treinta años resumidos en muy pocas palabras por los Evangelios: «Vivía sujeto a ellos» (Lc 2, 51). En Nazaret, el niño crecía en edad, sabiduría y gracia. Un niño como los otros. Como los demás y a la vez tan diferente, porque en él se encontraba la plenitud de la divinidad. ¿Qué hacía Jesús durante aquellos años? Trabajaba: Al haber sido asumido por Cristo, el trabajo se nos presenta como realidad redimida y redentora: no sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable y santificadora. Conviene no olvidar, por tanto, que esta dignidad del trabajo está fundada en el Amor. El gran privilegio del hombre es poder amar, trascendiendo así lo efímero y lo transitorio. Puede amar a las otras criaturas, decir un tú y un yo llenos de sentido. [...] El trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor (Es Cristo que pasa 47-48).

Hemos de dar lo que recibimos, enseñar lo que aprendemos; hacer partícipes a los demás –sin engreimiento, con sencillez– de ese conocimiento del amor de Cristo. Al realizar cada uno vuestro trabajo, al ejercer vuestra profesión en la sociedad, podéis y debéis convertir vuestra ocupación en una tarea de servicio (Es Cristo que pasa 166).

He aquí el camino. Seguir a Cristo, que, antes de enseñar, trabaja (cf. Hch 1, 1). Primero el ejemplo. Pensar en los demás, olvidarse de uno mismo, vencer el mal carácter, aceptar los pinchazos de las espinas de cada día para descubrir en ellos el aroma de la presencia divina: un malentendido en el trabajo, un jefe inaccesible, una metedura de pata, un autobús que no llega, una huelga de tren, un dolor de cabeza que no se va. Si es preciso, renunciar a un ascenso personal que podría dañar la paz familiar, o tener el valor de apelar a la objeción de conciencia.

Este amor al mundo en Dios, Josemaría lo llama unidad de vida , y su eje está en la conciencia de vivir en la presencia de Dios (cf. Es Cristo que pasa 11), nuestro Padre. Trabajar así es oración. Estudiar así es oración. Investigar así es oración. No salimos nunca de lo mismo: todo es oración, todo puede y debe llevarnos a Dios, alimentar ese trato continuo con Él, de la mañana a la noche. Todo trabajo honrado puede ser oración; y todo trabajo, que es oración, es apostolado. De este modo el alma se enrecia en una unidad de vida sencilla y fuerte (Es Cristo que pasa 10).

Señor, concédenos tu gracia. Ábrenos la puerta del taller de Nazaret, con el fin de que aprendamos a contemplarte a Ti, con tu Madre Santa María, y con el Santo Patriarca José –a quien tanto quiero y venero–, dedicados los tres a una vida de trabajo santo. Se removerán nuestros pobres corazones, te buscaremos y te encontraremos en la labor cotidiana, que Tú deseas que convirtamos en obra de Dios, obra de Amor (Amigos de Dios, 72).

Agradecemos a la editorial Ciudad Nueva que nos haya permitido reproducir algunos párrafos del libro “15 días con Josemaría Escrivá”, escrito por D. Guillaume Derville.