De Barcelona a Beirut para trabajar con refugiados

Un barcelonés explica cómo está viviendo el Líbano el drama de los refugiados sirios y su experiencia del día a día en una sociedad multicultural donde conviven diferentes credos en un equilibrio inestable.

Rafael Peró (en el centro de la foto) es un pedagogo barcelonés y vive en el Líbano desde el año 2007.

«Está claro que hay de todo, pero me parece que en general los libaneses son un ejemplo [en relación a la acogida de refugiados]. Hay que pensar que el Líbano fue ocupado por Siria durante años. Había controles sirios y a veces humillaban a los libaneses. En estos momentos los libaneses podrían hacerles pagar lo que sufrieron, pero no es así. La situación económica en el Líbano es mucho peor que la de España y a la gente no se le ocurre pensar que no podemos recibirles porque haya crisis».

Rafael Peró es un pedagogo barcelonés y vive en el Líbano desde hace 2007, donde es responsable de proyectos educativos y asistenciales para Siria, Egipto y Líbano en una fundación.

Con una población de poco más de 4 millones de habitantes y una extensión de tan solo 10.452 km², el Líbano ya ha rebasado el millón de refugiados

El Líbano ofrece un punto de vista privilegiado para ver la ola de refugiados sirios que ha empezado a llegar a Europa en los últimos meses. Con una población de poco más de 4 millones de habitantes y una extensión de tan solo 10.452 km², este país ya ha rebasado el millón de refugiados según datos de ACNUR.

Ante la posibilidad de sentirse sobrepasado por la realidad, la experiencia de Rafael, primero con inmigrantes en el Raval de Barcelona y ahora en el Líbano, le lleva a marcar una ruta de camino: «La caridad es ordenada, primero hay que centrarse en los más necesitados y lógicamente en los más cercanos, como la familia. En nuestra sociedad esta caridad, estas obras de misericordia, muchas veces las dejamos para cuando tenemos tiempo o para momentos del año que, por su naturaleza, llaman a la puerta de nuestra conciencia, como la Navidad. Eso es mejor que nada, pero pienso que para un cristiano la caridad debe ser algo constante».

Por su trabajo, Rafael Peró ha podido vivir situaciones excepcionales.

“Rafa, no te preocupes: les he perdonado y rezo cada día para que cambien y se conviertan”

Volviendo al drama de los refugiados, «por un lado -argumenta- se le pide al Líbano que reciba más refugiados y, por otro, en otros países se hace muy poco por ellos. Líbano tiene una situación política y económica muy delicada. Además de los refugiados sirios hay refugiados palestinos e iraquíes».

Por su trabajo, Rafael Peró ha podido vivir situaciones excepcionales: «En mi primer proyecto en el Líbano atendíamos refugiados iraquíes. En una actividad había un niño de 12 años que rebosaba alegría. Hablamos un rato y me contó que había visto cómo habían matado a parte de su familia por el hecho de ser cristianos. Quise ofrecerle un pensamiento sobrenatural pero antes de decir nada me dijo: 'Rafa, no te preocupes: les he perdonado y rezo cada día para que cambien y se conviertan'».

Convivencia interreligiosa

Los libaneses son «gente hospitalaria y abierta» que -según explica- viven el hecho religioso como una dimensión más de la vida social: «La gente puede tener más o menos formación religiosa, pero casi todo el mundo cree en Dios. No tienen problemas en manifestar su piedad y me parece que eso crea un clima de fe. Insisto en que se hace de forma natural. La gente no creyente no se encuentra en un ambiente difícil y de imposición por la manifestación de las creencias. No: saben vivir de forma espontánea y respetuosa. Si quieres visitar una mezquita, te quitas los zapatos; y, si quieres entrar en el santuario, te cubres los hombros y a nadie se le ocurre criticar por ello».

«Está claro que hay de todo, pero me parece que en general los libaneses son un ejemplo [en relación a la acogida de refugiados]»

Esto no significa que no haya ningún problema de convivencia entre las distintas confesiones: «En el Líbano hay libertad religiosa, pero hay muchos matices», dice. Por ejemplo, asegura que los musulmanes tratan con gran respeto a los sacerdotes cristianos y nadie se siente ofendido si ve a una persona rezando el rosario por la calle. Tampoco se ajustician a los musulmanes conversos, «aunque sí hay gente que ha sufrido persecución por haberse convertido».

Foto: FPSC

Contraste con Europa

Rafael explica que en estos casos es fundamental tener tacto, ya que «los musulmanes se sienten heridos, es como si hubieran perdido a un hijo». Se trata -según su punto de vista- de mantener un equilibrio: «En muchos casos, no hace falta que sea secreto. Eso sí: siempre discreción». En cualquier caso, él ha encontrado en la actitud de san Josemaría una guía: «Amaba mucho la libertad y respetaba a todo el mundo, pero no renunciaba a sus creencias. Cualquier persona de cualquier cultura o religión se sentía muy apreciada y, al mismo tiempo, san Josemaría sabía comunicarles la fe cristiana con naturalidad y de forma agradable. Intento hacer lo mismo y la gente lo nota y agradece».

Los libaneses son «gente hospitalaria y abierta» que -según explica- viven el hecho religioso como una dimensión más de la vida social.

En contraste con la vida en el Líbano, a Rafael le da la impresión de que los cristianos europeos «por un lado, podemos aburguesarnos un poco y, por otro, ir tan rápido por la vida que no tengamos tiempo para Dios y los demás. Muchas veces la gente trabaja para enriquecerse y esto es una pobreza para la sociedad y para la persona. Hay que trabajar para desarrollarse como persona y la persona se desarrolla con los demás».