Poner los propios talentos al servicio de la Iglesia

Álvaro Anguísola es voluntario en el obispado de Bilbao. Cuando le llegó el momento de jubilarse, un amigo le ofreció echar una mano en su diócesis con el área económica y de transparencia. No se lo pensó ni un segundo, y ahora dedica sus días a colaborar con su iglesia local de esta forma. Tercera entrega de la serie Jubilados.

Álvaro colabora con el obispado de Bilbao

3º Paso: buscar la unidad de vida

Después de una infancia y adolescencia en Bilbao, de donde es natural, a Álvaro Anguísola, cuando le llegó la hora de colgar el traje de trabajo de la fábrica del automóvil en la que había trabajado durante más de 30 años en Vitoria, un amigo le brindó la oportunidad de colaborar en los proyectos estratégicos del obispado de Bilbao

Álvaro, a quien siempre le había encantado trabajar, y todavía se veía en plena forma y facultades para seguir contribuyendo en lo que pudiese, no se lo pensó y se sumó al equipo de voluntarios. 

Se puede colaborar con la Iglesia de distintas maneras: como catequista, en Cáritas, ayudando en la parroquia… o también como lo hizo él, aportando su experiencia en diferentes áreas de la empresa, en un trabajo menos visible, pero también importante. 

Los voluntarios del obispado de Bilbao son profesionales jubilados (o en activo) con tiempo disponible, como él, que realizan tareas y proyectos que no interfieren en el trabajo ordinario del personal laboral del obispado. Él, en concreto, forma parte del grupo de planificación estratégica del área económica.

El salto (o no tan salto): de la empresa al obispado

A Álvaro esto le encajaba muy bien, porque en su empresa del automóvil había ocupado el cargo de director financiero y se había dedicado precisamente a la planificación estratégica y elaboración de planes de acción. También le tocó trabajar en proyectos internacionales para la mejora de la eficiencia de los departamentos financieros con personas de otros países, por lo que desarrolló una capacidad de aprendizaje y de adaptación que le ha enriquecido mucho y le está ayudando en esta nueva etapa.

En el obispado, por ejemplo, ha tenido que analizar los informes financieros de las entidades que no son dependientes del obispado, como es el caso de los conventos de clausura, obligados a presentar las cuentas una vez al año. Esto le recordó a un proyecto de su empresa en el que desarrolló una herramienta de indicadores industriales para todas las fábricas del grupo empresarial. Al fin y al cabo, la idea de fondo era muy similar. Tenía que elaborar un procedimiento, someterlo a aprobación, probarlo durante un periodo de tiempo y si funcionaba, extenderlo a otras organizaciones que también están obligadas a presentar las cuentas al obispado.

También está colaborando en el proyecto de transparencia de la Iglesia, que impulsado la Conferencia Episcopal Española. En su etapa profesional Álvaro también trabajó en el área del cumplimiento normativo, por lo que tiene experiencia en este campo. “La transparencia -como él mismo explica- es la primera ley en la comunicación, más todavía en la Iglesia: no puedes transmitir la Verdad si tú mismo no eres transparente. Esa transparencia afecta no solo a la conducta, sino también a la economía, a las cuentas, a los bienes materiales, etc. Por eso tenemos auditorías externas, como las tenía en mi empresa, para ayudarnos a detectar los puntos de mejora”. La exigencia de la transparencia es cada vez mayor, porque es algo muy demandado a nivel social.

“Es muy fácil engancharse por la variedad de tareas y el buen ambiente”

Al colaborar con el obispado, ha tenido la ocasión de conocer a personas de la Iglesia estupendas con las que ha entablado una relación de amistad. Como él, provienen en su mayoría del mundo de la empresa: ingenieros, economistas y arquitectos; repartidos entre el área de planificación estratégica, de inmuebles y de ayuda a otras entidades. Reconoce que es un entorno de trabajo muy grato, ya que carece de la tensión del beneficio y de los plazos. Él es de los pocos que están solteros; la mayoría de los voluntarios están casados y tienen nietos, por lo que simultanean las obligaciones domésticas y de atención familiar con las labores de voluntariado en el obispado.

Álvaro está muy contento y asegura que es muy fácil engancharse a este proyecto por la variedad de tareas que realizan y el buen ambiente en el que se trabaja. Comenta que “está siendo una forma de agradecer lo mucho que he recibido en mi vida”. Suele ir al obispado uno o dos días, y lo alterna con los trabajos de la casa y el ocio.

Ha descubierto cómo es la organización interna de la Iglesia, tan variada y rica, junto a la necesidad que tiene de la ayuda de todos: el papel de los laicos, de los consagrados, el del obispo, etc.

La Iglesia y el papel que pueden aportar los laicos

La lectura de las cartas del fundador del Opus Dei sobre la vocación de los supernumerarios, como Álvaro, y sobre distintos aspectos del espíritu del Opus Dei le ha ayudado a entender mejor cómo ha de ser esa colaboración con el obispo, y de los laicos con los sacerdotes: “porque amamos a la Iglesia, tenemos también grande amor a los Obispos, a los que el Espíritu Santo ha constituido para apacentar la Iglesia de Dios. Trabajamos en sus diócesis, en la misma dirección que los Revmos. Ordinarios, y en las diócesis queda el fruto de nuestra tarea”, (Carta nº8). 

O como recordaba en otra ocasión san Josemaría: “La específica participación del laico en la misión de la Iglesia consiste precisamente en santificar ab intra —de manera inmediata y directa— las realidades seculares, el orden temporal, el mundo”, (Conversaciones, Espontaneidad y pluralismo en el pueblo de Dios). 

A pesar de estar escritas hace más de medio siglo, Álvaro reconoce que le han aportado ideas muy interesantes y aplicables al momento actual, propias de un auténtico visionario: la libertad de los miembros del Opus Dei, la separación entre la labor eclesiástica y la labor del fiel que presta un servicio en la sociedad o en la familia. Por eso Anguísola, en sus tareas del obispado intenta hacer bien su trabajo hasta el final, respetar a los demás y recibir con humildad las indicaciones que le hacen.

Desde que colabora como voluntario en el obispado, Álvaro es más consciente de la necesidad que tiene la Iglesia de la ayuda de todos, pero especialmente de los talentos y la experiencia profesional de los laicos para avanzar en transparencia. La Iglesia es portadora de la verdad, y debe mostrar esa verdad siendo transparente, poniendo a disposición del que quiera saber toda la información que sea necesaria: financiera, catequética, de formación, etc., sin nada que esconder. 

Por eso Álvaro no duda en tratar de involucrar y pedir colaboración a otros colegas y amigos, ya jubilados como él, para que se sumen al proyecto de mostrar mejor la labor y contribución de la Iglesia a la felicidad terrena y eterna de todos los hombres.