Un poco frustrado, me acordé de Dora y de cuantos miles de veces habría hecho cosas parecidas y con mucha perfección y amor de Dios. Pedí su ayuda y mientras iba avanzando, le pedía consejo para afrontar cada pequeño paso. Salió muy bien, y mucho mejor de lo que había esperado cuando me senté al empezar. ¡Gracias, Dora!
M. F. (Estados Unidos)